* Ejercicio basado en el texto El Oro y la oscuridad de Alberto Salcedo Ramos.
Gritos,
batas blancas…compasión pedía para sentirse bien, así como en sus tiempos de
brillo y fama las cámaras lo buscaban por su nombre, Kid Pambelé padecía su adicción tras las paredes en un
lugar de reposo.
La
vida de Kid Pambelé que se ha visto enfrentada por situaciones que se presentan
en la cotidianidad, en algunos casos: llanto, maltrato verbal, trastornos, en
su caso la fama, lo llevó a tener una vida un poco complicada; cuando dejó de golpear las paredes, las
cámaras no dejaban de flashear el
momento en el que se cogía el mismo a
golpes y lucía desvalido como en sus más
duros encuentros; Con expresiones coloquiales de su región, solo alcanzó a
decir ¡Ay mi madre! Llorando tapó su cara con las manos; su equipo médico quien lo trata en el
Hospital de San Pablo en Cartagena
Christian Ayola, el siquiatra del hospital que
estaba a cargo del caso de Pambelé, salía almorzar, quedo estupefacto a ver las
imágenes que salían por el noticiero, lo cual le parecían muy fuertes y de mal
gusto; pero le preocupaba más no tanto el discurso que iba a dar , sino
preguntar por el paciente que entró en
crisis, pensó que había tomado algo que no le había recetado “Él tenía que
estar a punta de eurolépticos para el estado sicótico y estabilizadores para el
humor”, recuerda Ayola.
Para época de elecciones presidenciales, el
candidato del partido conservador, Andrés Pastrana, llamó por la mañana
pidiendo que lo dejaran ver, a lo que su médico de cabecera no se opuso a la
visita, lo único que le pidió es que fuera en secreto y no un acto público con
intenciones políticas; a lo que respondió efusivo que a los amigos no se les esconde; Amistad formada hace 22
años, cuando El presidente de la República de Colombia era Misael Pastrana y
Antonio Cervantes, más conocido como Kid Pambelé, era el campeón mundial de
peso Walter Junior.
La afinidad entre ellos fue de una, el
presidente en el Palacio de San Carlos,
lo tenía como un ejemplo en sus
discursos y se hacía tomar fotos frente
al televisor, cuando Pambelé estaba en
el ring; aparte de esto, fue a Palenque el pueblo pobre donde nació el
campeón a inaugurar los servicios de
energía y acueducto; Kid Pambelé, por su parte, le dedicaba cada triunfo y viajaba
desde donde estuviera para acompañar a Andrés, el hijo del presidente entonces
un muchacho de 18 años, a las caminatas que organizaba por las calles de la
ciudad de Bogotá.
El 28 de octubre de 1972, Kid Pambelé se coronó el
título, el país permanecía en adoración por el premio, los medios de
comunicación de esa época no le perdían pisada, siempre estaban sobre él; el
Heraldo de Barranquilla lo mostraba en el aeropuerto como besaba a una rubia de
camisilla verde. El diario el Universal de Cartagena, lo encontró en una
notaría, mientras firmaba las escrituras de varios apartamentos que había
comprado de una; lo mismo pasó con el Espectador, quien informó por quien iba a
votar en las próximas elecciones, de este modo otros periódicos, lo buscaban en
la casa presidencial y de escritores
como León de Greiff, para preguntar sobre el ídolo del momento
Pambelé, además, salía con la cantante de moda de
la época en el país, donde recibía homenajes de alcaldes y concejales,
cultivaba amistad con famosos como José Luis Rodríguez El Puma y Óscar de León; regalaba toros en cuanta
corrida podía, coronaba reinas en ferias populares, les tenía grandes casonas a
sus dos mujeres oficiales, pontificaba sobre la temperatura ideal del vino de
Oporto, se hacía brillar las uñas en salones de belleza, coleccionaba carros
lujosos en cada una de sus viviendas y pagaba
a todos los boxeadores con quien se enfrentaba.
Para Juan Gossain, Pambelé fue el hombre que nos enseñó a ganar a todos,
antes de él, éramos un país de perdedores, solo nos quedaba conjugar el verbo
triunfar, solo celebrábamos los empates, como el de la unión soviética en el mundial de 62. Pambelé, logró convencer
que “si se puede pasar de victorias
morales a victorias reales”.
A qué hora
es la pelea de Pambelé, exclamaban sus seguidores, cuando el esplendor del boxeador era un tema casi que obligado para todo, el expresidente Belisario Betancur
cuenta que en cierta ocasión en una reunón en Madrid junto a Gabriel García
Márquez exclamó, que había llegado el
hombre más importante del país, para el momentos Gabo, buscaba y preguntaba
¿dónde está Pambelé?
Y Pambelé estaba sentado en el borde de su cama en
el Hospital San Pablo. Lloraba sin parar, con un resuello profundo. A la edad 49
años había perdido esa imagen invencible del pasado, ese cuerpo escultural que
en su época de boxeador causaba asombro en las ruedas de prensa, de eso ya no
queda nada, sus huesos continuaban allí, escasamente cubiertos por la piel, se
veía sucio. Las batas de la clínica, esas que son anchas y blancas, algunas que
otra vez manchadas, aumentaba su aire de huérfano.
En sus brazos salían las venas, gordas y tensas. Su
color de piel negra ya no brillaba, sino que se asemejaba un desgaste como el
óxido. Donde antes resplandecía un diente recubierto de oro con sus iniciales
engastadas, había ahora un pasaje oscuro que inspiraba pesar. Sus ojos no
parecían hinchados por el llanto sino por una paliza.
Viéndolo así, el médico Christian Ayola no fue
capaz de probar bocado, le parecía el colmo que se expusiera el dolor de un ser
humano a semejante contemplación tan morbosa, desde ese momento hubiera hecho
cualquier cosa con tal de impedir que un lugar como lo son los hospitales,
fuera un lugar de respeto, se comunicó por teléfono a la enfermera jefe y le
dio las instrucciones del caso. Cuando colgó se puso a pensar que en Cartagena
todo conspiraba contra el propósito de curar al personaje más importante de la
época.